EL CODO DEL DIABLO, SESENTA AÑOS DESPUES

Pocos días antes de la Navidad se cumplieron 60 de años del vil asesinato de dirigentes de los trabajadores en el Codo del Diablo, lugar que se ha convertido en un monumento natural al cinismo ,la impunidad y la cobardía

En ese lugar como nos lo ha recordado el escritor costarricense Alfonso Chase murieron esposados e indefensos  TOBIAS VAGLIO, FEDERICO PICADO, OCTAVIO SAENZ Y LUCIO IBARRA, luchadores por los derechos de los trabajadores costarricenses, sino también NARCISO SOTOMAYOR, luchador contra la dictadura de Somoza y ALVARO AGUILAR UMAÑA, alias Matatigres.

Hace varios meses escribimos un artículo para evocar su memoria, la cual es sumamente valiosa, en este momento en que todos los costarricenses debemos de luchar, hasta la muerte si es necesario para defender las Garantías Sociales, ya que para algunos, éstas constituyen un estorbo para la competitividad, nombre eufemístico que se da ahora a la eterna explotación del hombre por el hombre.

Aunque su muerte trató de disfrazarse como un ataque al motocar que los conducía de Limón a San José, la verdad de la atroz  masacre  poco después salió a la luz. Sin embargo, las corruptas autoridades costarricenses, que en corrupción no se diferencian mucho de las actuales, se encargaron que los viles chacales que los masacraron quedaran impunes. Después vino la sepultura del olvido. La prensa y nuestras autoridades educativas se han encargado de lanzar un velo de olvido cómplice sobre estos actos.

Tampoco  los nombres de los victimarios capitán Manuel Zúñiga y de Luis Norberto Valverde Quirós malditos para siempre por la Historia , deben ser olvidados.  Son un recuerdo perenne del sicariato político.

No debemos desmayar en la lucha por descubrir quienes fueron los actores intelectuales de este crimen cobarde, aunque ya  algunos de ellos tal vez hace varios años se pudran en los infiernos. Su nombre debe quedar escrito a la par del de Augusto Pinochet de Efraín Ríos Montt y de los muchos asesinos que para desgracia del pueblo han abundado en América Latina. Para ellos no debe haber perdón, ni mucho menos olvido.

Duele profundamente que, cuando uno habla con los jóvenes de los hechos del cuarenta y ocho, la gran mayoría de los estudiantes no pueden creer que hubiera costarricenses que pagaran con su libertad e incluso con su vida, la defensa de sus ideales. Esto no es culpa de ellos. Han sido alimentados desde su infancia con la fábula de que Costa Rica es un país de libertades donde cada uno puede creer y decir lo que quiere. Tal vez ahora no se persigue con cárcel y con muerte, pero los sucesores de los Chacales del Codo del Diablo, continúan muy activos, escriben memorandos, ocupando diputaciones, vicepresidencias y ministerios. Nada más que sus métodos han cambiado. Ahora no asesinan impunemente, dejan a sus opositores sin trabajo o les hacen la vida imposible usando un cuerpo para policial que no da a cuentas a nadie, y que en sus ratos libres se dedica, con los datos obtenidos ilegalmente, a saquear las cuentas corrientes de los bancos.

El 19 de diciembre  que se cumplieron los sesenta años del crimen, varias de las personas que estuvimos en el Cementerio Obrero, donde reposan los restos no solamente de los Mártires del Codo del Diablo, sino del valiente luchador de la justicia social en la zona atlántica, Carlos Luis Fallas, nos dimos cuenta en el estado de abandono en que se encuentra la tumba de nuestros mártires. Si bien es cierto, que esto nos entristeció, nos causó inmensa alegría ver la reacción de un grupo de compañeros que de inmediato adquirieron el compromiso de restaurarla y hacerse cargo de su mantenimiento.

Pero el compromiso no es de unos pocos. Si el silencio, causado por la persecución, el miedo y por qué no por la apatía nos ha impedido pedir Justicia a nivel internacional por este horrendo crimen, adquiramos el compromiso de buscar la verdad aunque sea sesenta años después y de honrar a las víctimas como se lo merecen. Los nombres de los mártires del Codo del Diablo deben ser recordados por nuestros jóvenes y nuestros niños. Debemos llevar sus nombres y su gesto glorioso en nuestros corazones y prometer que nunca dejaremos que el  olvido y la impunidad les provoque una segunda muerte.

TOBIAS VAGLIO, FEDERICO PICADO, OCTAVIO SAENZ, LUCIO IBARRA, NARCISO SOTOMAYOR, ALVARO AGUILAR UMAÑA, sesenta años después, muchas gracias por su sacrificio y por enseñarnos a decir NO AL MIEDO.